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Muere Ricardo Piglia

La muerte entristece siempre. En mi caso no por su efecto de brutal desaparición, sino por el mundo que deja como aparición agobiante: la muerte no elimina, descubre, abre. Morir es abrirse.

   Hoy ha muerto Ricardo Piglia. Desde hace algunos años sufría ELA (Esclerosis Lateral Amotriófica). En una de las últimas entrevistas señaló la relación entre lo injusto y enfermedad. “La enfermedad me ha hecho descubrir la experiencia de la injusticia absoluta. ¿Por qué a mí?, se pregunta uno, y cualquier respuesta es ridícula. La injusticia en estado puro nos hace rebelarnos y persistir en la lucha (Piglia)”. Si bien la enfermedad es injusta en su tono absoluto, cierto es que también es justa en su dimensión particular, te permite ver aspectos que uno no podía vislumbrar.

   Tuve la oportunidad de escuchar a Piglia en Argentina allá por 2004, en una disertación sobre Borges, uno de los escritores que con mucho placer exponía. Un escritor magnifico, un escritor cuyo reconocimiento no está en el reconocimiento. Preocupado siempre por la escritura. Su obra permite ser llevada a otras dimensiones, los sociólogos deberían leerlo (digo sociólogos porque es mi referente profesional), la sociedad aparece en él marcada por una intensa ficción, al grado de revelar mecanismos secretos. Hoy que tanto demandamos verdad en las redes sociales, deberíamos aprender de los personajes de Piglia: la vida se compone de secretos. De efímeras y particulares interpretaciones, ficticias, verídicas, oníricas. Porque Piglia escribía autobiografía manchada de un alto grado de ficción, ahí donde las verdades adquieren un sentido más rico, en total desapego a la verdad.

   Según sabemos preparaba un tercer tomo de los Diarios de Emilio Renzi. Los años felices fue el último, hoy circula por las librerías en nuestro país. Pero valdría la pena recordar lo que escribió en Los años de formación el primer tomo de esta trilogía autoreferencial, donde paradojicamente remite a los años en los que se formula el incio y cuyo efecto lo acompaña hasta el final de su vida: “Todo lo que viene es nuevo, imponerme un código y seguirlo. Hacerme otro distinto del que soy: empezar de cero, sin lastres y sin rencor. Lo fundamental es aguantar, tratar de vivir lo que viene sin pensamiento, atento a presente. Atarme a las pequeñas cosas, los ritos mínimos que me salven de la vivencia del vacío”.

Augurio o destino.